(Para Loretta Maio, para Dolores Mari Fernández y para los cinco primeros seguidores de este blog, que cumple seis meses de existencia: Círculo de Akanthos, Gonzalo, Jonás, Verónica y Covi)
Al crear este blog a finales de abril, me propuse alimentarlo con prosas y poemas y películas y músicas y otras realidades y ficciones durante un año. Para conseguirlo, calculé cebarlo una vez por semana. Doce por cinco (como máximo) son…
—Sesenta.
—Sí, eso; gracias, Rogelio.
—De nada.
Rogelio es mi secretario desde hace unos días; según él, está ciego, o sea, no ve nada, pero lo cierto es que ve mejor que yo y cuando me lo permita (si en el futuro me lo permite, antes no, que arrea unos garrotazos criminales) contaré cómo se las arregla para ver lo que le interesa aunque sea un invidente total del ojo izquierdo y del ojo derecho y más ojos oculares no tenemos.
Sesenta entradas no son demasiadas ni para un escritor como yo.
—Un escritor excelente, excelente.
—Gracias, Rogelio, muchas gracias.
—Te diría lo que eres de verdad si no me pagaras lo que me pagas.
—Calla o descubro ahora mismo tu secreto.
—¡Atrévete, venga, alégrame el día!
—La noche.
—¿Eh?
—Es de noche, Rogelio.
—Ah. Pero los golpes duelen lo mismo.
—Más.
—¿Eh?
—Que los golpes duelen más de noche.
—Si tú lo dices… Como siempre es de noche para mí…
Según los archivos, hasta ahora he sobrepasado sistemáticamente, por una u otra razón, las cuatro o cinco entradas mensuales previstas, y puede ser que me fatigue antes de tiempo de seguir así.
—Tomo nota. Cinco entradas al mes, como mucho, a partir de noviembre. No me quedaré sin empleo y sueldo hasta mayo, de eso nada.
—Bien veremos, ciego.
Uno de los excesos de este mes se deberá a que mi entrada anterior me salió con un aire de pesadumbre cuando en realidad pretendía la sana lágrima de la risa de las visitas, no la otra, la del te acompaño en el sentimiento o algo por el estilo (no, no: mis tibios males no pueden compararse con los males hervorosos de quienes sufren de verdad, y por ello lamento mi torpeza, el mensaje equívoco que transmitieron mis palabras desmañadas).
—Con tanto medicamento en lo que contaste y tanto…
—Tú a callar, secretario. Que tengo poco arte lo sé de sobra.
Como no deseo (vade retro, Satanás) que este blog se convierta en una cita constante con lo amargo (antes cierro el quiosco y se acabó lo que se daba, mucho mejor no dar nada que dar direcciones subjetivas, pero precisas y contaminantes, hacia la infelicidad), urge el recordatorio de dos películas que conducen directamente a las carcajadas de la mayoría, allá los otros y las otras, ellos y ellas sabrán hacia dónde se dirigen vestidos y vestidas de seriedad y de desprecio por lo sencillo (más sencilla no puede ser la ecuación de Einstein sobre la materia y la energía; tan sencilla y eficaz que pasma, que emociona incluso; ahí queda eso y saco la lengua a tales sesudos y sesudas, a ver si aprenden la ciencia de vestir de otro modo).
Comenzaré por la más antigua, por El guateque.
Las carcajadas de este filme de Edwards y Sellers (y del camarero, y dos huevos duros, Marx, Chaplin, Laurel y Hardy) se basan, cómo no, en situaciones que todos y todas hemos vivido o viviremos: ahí la confusión, el deseo de integrarse en un mundo aparentemente mejor, las ganas de mear y ni rastro del cuarto de baño, las apariencias, las buenas y las malas intenciones, la chica que canta desde la inocencia, la silla que falta, la belleza de la exageración cuando es ingeniosa…
En septiembre rendía yo un homenaje a tres películas españolas. Faltaba la cuarta, Amanece, que no es poco.
Suelo adivinar, poco antes de que aparezcan los títulos de crédito, qué buen filme recrea lo narrado en un buen relato: por las historias secundarias que acompañan a la principal y la enriquecen, por la brillantez de los diálogos, por lo que se insinúa entre lo que se muestra, por el calado del sentir, de los amores, de la crueldad, de la violencia, de la ternura, por las mixturas en el mortero del ayer, del hoy y del mañana…
Un error, un grave error no solo para mí, el cometido por muchos directores de cine al no elegir como cimientos para sus obras algunas de las magníficas narraciones escritas en tiempos pretéritos o actuales, al utilizar el hormigón desarmado de guiones frágiles o superficiales o confeccionados de un día para otro (y las prisas son malas consejeras en todos los mundos de lo artístico, sabido es; sabido es, y sin embargo…).
Erré yo ante el Amanece, que no es poco de José Luis Cuerda (la segunda vez que lo cito, claras van quedando mis preferencias): humor desbordante, inteligente, diálogos que subyugan, disparates tan amaestrados e ingeniosos que no parecen contrarios a la razón o no importa que lo sean, ¿y no está basado el largometraje en un guion adaptado? Pues no. Es más, según cuenta José Luis, el propio guion original fue modificado sobre la marcha, como el guion del guateque de antes, debido a Edwards, que tan mal congeniaba con Sellers cuando se rodó la fiesta, desopilante, sí, desde el inicio, una y otra vez acribillado a balazos el actor y nada, no fenece, se incorpora de nuevo, vuelve a tocar la trompeta… ¡Corten, corten!
Rían, rían, que es muy bueno para la salud.
Ciertamente saludable. Genial.
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Me alegro, Manuel, me alegro, y gracias por detenerte y comentar.
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Gracias a ti. Ha sido un placer, y el placer siempre se disfruta.
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Felicidades y un saludo a su secretario- un abzo
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Algo más me permitirá escribir sobre él, pega garrotazos pero en el fondo es bueno, muy bueno. Un abrazo y gracias por la atención y por el comentario.
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Un pueblo en el que te llevan detenido por plagiar a Faulkner ha de pasar por derecho propio a la historia máxima del cine de carcajadas, sin duda.
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¡Sin duda alguna!
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Estoy de acuerdo, entre hacer reír o hacer llorar siempre me quedaré, como tú, con la primera, es más sana. Un saludo
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Por supuesto que lo es, muchísimo más, y hacer llorar es muy fácil, pero hacer reír no lo es, aunque ciertas personas desprecien a los cómicos (allá esas personas ignorantes).
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Es que esto de pasarse por aquí, de escribir y publicar en el blog, engancha…
La risa por bandera, siempre, que así llegaremos igual a cumplir el año de vida, el de tu blog, pero más felices, seguro…
Y cuida a Rogelio, aunque con sus rarezas, parece un buen tio.
Abrazos, José Ángel.
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Ahora qué puedo aqui estoy. Ya te queda menos pará cumplir un año. La verdad, lo bonito de todo, pasarlo bien ,y compartir nuestras cosa. Muchas felicidades, y aqui estaré acompañado te. Un gran abrazo y gracias .
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Además, después de un año suele venir otro. Gracias a ti por la atención, por la compañía, y va mi gran abrazo.
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¡Me ha encantado! Y su secretario llega a personaje de Amanece que no es poco, y lo digo como un gran cumplido.
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Pues cuando os cuente todo lo que sé de él… No soy, no tengo la gracia de José Luis Cuerda, pero creo que no encajaría mal en ese ¡Me cago en el misterio! propiciado por un amanecer sin sentido aparente. Gracias por la atención prestada y por el comentario.
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Cuenta, cuenta… este año u otro, pero sigue contando. Un saludo.
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Contaré, contaré, gracias por los ánimos.
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Gracias José Ängel, ojalá una pudiera reirse. En una época lo hacía seguido y lo extraño mucho. Ojalá vuelva muy pronto. Abrazos mágicos y gracias por visitarme.
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Volverá, Irlanda, volverá esa época, no lo dudes.
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Estimado José, es un gusto saludarte. Mira qué tardía es mi visita… te pido disculpas.
Qué grato es ver mi nombre ahí arriba, sobre todo en tan brillante entrada (es bueno ver que se acuerdan de uno); agradecida en gran manera por tu gentileza. Y sí, reír es saludable, rejuvenece, levanta, ilumina. Si uno riera todos los días un poquito… Todos debiéramos tener al lado a alguien que nos haga cosquillas ¿verdad?
Te envío un fuerte abrazo.
Feliz noche de lunes.
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Ahí va, si no te avisé, Loretta, qué cabeza la mía, disculpa, menos mal que te diste cuenta tú, ya ves qué poco soy de fiar (tomo notas y después las pierdo, le echo la culpa a mi secretario, a Rogelio el ciego, pero los despistes son míos, claro). Abrazo fuerte (antes de que se me olvide también).
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Jajaja, no, no te olvidaste José, tan sólo sucedió que llevaba mucho tiempo sin entrar a WP. Tranquilo, tu memoria va bien, el culpable es el tiempo. Abrazo grande.
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No va del todo bien, pero bueno, entonces no va del todo mal. Otro abrazo grande para ti.
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Va, y eso es lo importante. Gracias, José.
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