Un amigo mío acabó trabajando, allá por la década de los ochenta, en una plataforma petrolera del Golfo de México. Había partido desde Asturias, alto y flaco, melenudo, en busca de su novia desaparecida de pronto, de Ana Luz. Cuando regresó, años más tarde, apenas lo reconocí, tal era su calvicie, tales eran sus largas barbas descuidadas, tal era su obesidad. Mucho hablamos, mucho le pregunté, mucho me contó: siempre en busca de la chica catalana que, al desaparecer, esperaba un hijo suyo, había sido estibador en el puerto de Barcelona; luego, tras hallar al culpable de su pérdida repentina, con la nueva información que obtuvo, había sido camarero en una hamburguesería de New York City; finalmente, hueca el alma, vacía sin ella, sin Ana Luz, sin saber si era padre o no, había ganado el pan que le exigía su cuerpo vivo en esa plataforma fija, de producción, de la que un día cayó al mar.
Mucho me contó, sí, con el alma muerta.
Sus recuerdos entre los míos.

«El hombre es engrasador y está trabajando, batallando contra el óxido, en la plataforma petrolífera, en cuyo mástil arde la antorcha del quemador a cuarenta metros sobre el nivel del mar, en la distancia las llamas, las antorchas ardientes, de otros complejos flotantes o anclados. De pronto la ventolera de turno, grasa hasta en el casco del hombre que, empujado por el viento, pierde el equilibrio y bracea y cae. Pero no lo degluten las aguas, como si no les acabase de convencer el sabor del bocado grasiento. Suena la alarma mientras duda el mar embravecido; ese mar que arroja el juguete o arma inútil, piedra de carne y hueso, contra uno de los pilotes de la plataforma, que lo desprende de ella, que lanza el muñeco otra vez hacia el mismo sitio, hacia el mismo arpón hincado en su lomo espumoso, sangre por sangre pues sangran las cejas y la nariz y la boca del hombre cuando al fin es rescatado»
(Fragmento de la novela Sal dulce, en la que no solo rememoro e imagino mi propio pasado)
Qué sugerente esa historia de pérdida y búsqueda. Ese periplo de quien ha perdido y difícilmente encontrará.
Tentadora lectura esa Sal dulce.
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Las historias de esa novela no están mal, según los expertos, pero no es fácil su lectura: cambios de tiempo constantes, multitud de personajes… Así la presentó en su día, sin faltar a la verdad, el próximo artista invitado que aparecerá en este blog, y él mismo nos contará que aún le escuece esa crítica: simplemente actuó tal como le pedí, con sinceridad y sin ser amigo mío en ese acto. Gracias, de nuevo, por tu tiempo, Andoni.
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La sinceridad es, a veces, complicada en el mundo de las reseñas literarias, cuando es el trabajo de un amigo el que vamos a criticar. Valiente y honesto tú al pedir esa sinceridad y valiente y honesto ese próximo artista invitado al actuar en consecuencia.
Gracias a ti.
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Me ha gustado mucho esta historia, de lucha contra el mar y de la mujer amada, quizás tamb ién un hijo!!!
Hay que leer el libro “Sal Dulce!!!
Abrazos amigo…
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Como acabo de contestarle a nuestro colega Andoni, lo malo es que me salió complicadilla de leer: recuerdos por aquí y por allá, personajes variopintos de mi ayer… En todo caso, gracias por tu tiempo y mis abrazos, Rosita.
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Ni que hubieras leído ya la próxima entrada, Andoni. Eso mismo vengo yo a decir en ella. A mediados de junio, por ahí, podrás comprobarlo. Justo por esa valentía y esa honestidad, tan escasas en el mundo actual, y por enseñarme a escribir mejor sin paños calientes, ese artista que escribe poco y lee mucho se convirtió en mi presentador oficial en Asturias. Demos tiempo al tiempo.
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